Los planes de la DPZ permiten restaurar el busto de Santo Domingo de Guzmán que se exhibe en el museo de la colegiata de Borja
El plan de restauración de bienes muebles eclesiásticos que la Diputación de Zaragoza lanza cada dos años ha permitido recuperar un magnífico busto relicario de Santo Domingo de Guzmán que se exhibe en el museo de la colegiata de Borja y que, según se acaba de descubrir, es de origen napolitano.
La escultura, realizada en la primera década del siglo XVII, estaba comida por la carcoma, sufría diversas fracturas y además presentaba varios repintes posteriores a los acabados originales. Gracias a una inversión de 3.712 euros financiada por la DPZ (60%), el Ayuntamiento de Borja (20%) y el Obispado de Tarazona (20%), la imagen ha sido restaurada en una intervención que ha permitido devolverla a su aspecto inicial y que resalta la belleza y la delicadeza tanto de la talla como de su policromía.
El busto de Santo Domingo de Guzmán fue uno de los varios relicarios que el dominico borjano fray Juan López de Caparroso envió a su localidad natal durante su estancia como obispo en varias ciudades del antiguo reino de Nápoles.
“En aquella época, finales del siglo XVI y principios del XVII, comenzó un intenso comercio de obras de arte entre España y Nápoles –explica Jesús Criado, profesor titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza–. Además, a esa circunstancia se sumó el impulso que la Contrarreforma dio a la devoción de las reliquias de los santos”.
Esta escultura y otras que aún se conservan como el busto de Santa Catalina de Siena fueron incorporadas al retablo de la capilla de los Mártires de la colegiata de Borja. Sin embargo, gracias a una investigación que ha coincidido en el tiempo con la restauración, ha sido ahora cuando se ha sabido que fue realizada en Nápoles.
“Se pensaba que el busto de Santo Domingo se hizo en España, pero el profesor de la Universidad de Cantabria Aurelio Barrón, experto en esculturas napolitanas, ha determinado que en realidad fue realizado en Nápoles y enviado a Borja por López de Caparroso –destaca Criado–. La pista clave la dio el propio deterioro que sufría la pieza, ya que dejaba al descubierto un velo de plata propio de los escultores napolitanos, no de los españoles”.
Ese velo plateado que recubre la talla de madera imitó los costosos bustos relicario de plata utilizando la técnica denominada ‘alla conchiglia’, que en lugar de usar pan de plata lo sustituía por polvo de plata mezclándolo con un aglutinante en una concha o ‘conchiglia’ –de ahí su nombre–.
El soporte del busto y la propia talla estaban muy deteriorados por la carcoma, lo que ha obligado a darles un baño de resina y a inyectarles ese mismo material para devolverles la consistencia.
Las manos y los atributos de la escultura habían sido mal pegadas en más de una ocasión, probablemente tras las caídas que debió de sufrir debido a su uso procesional. Por eso los técnicos de la empresa encargada de restaurarla (Albarium S. L.) las desmontaron y volvieron a colocarlas en su posición original eliminando viejas colas cristalizadas.
En cuanto a la policromía, mientras los estofados en general estaban bien adheridos al soporte, las carnaciones presentaban una descamación generalizada que se consolidó utilizando cola animal. Además, los repintes se eliminaron dejando a la vista la primera encarnación. “Debió de hacerse muy pocos años después del acabado inicial que imita la plata y es de gran calidad técnica –explica Encarna Ripollés, restauradora de Albarium–. En cambio, los ropajes nunca fueron repintados, tal vez por la extraordinaria calidad de los estofados”.